Mamá al límite

 
No sabía como empezar a escribir este post. Me ha sido muy difícil, la verdad. He tenido un cúmulo de sensaciones que he venido cargando durante semanas hasta que hoy ya no he podido más y he decidido hacer una catarsis escribiendo para liberarme.
 
Estas últimas semanas me he sentido la peor de las madres del mundo. Me he sentido muy estresada, muy cansada, muy agobiada con el trabajo, la casa, los niños, el calor horrible que no ayuda en España, con muchas ganas de gritar, de chillar, de llorar, de explotar, de tirarme por el balcón. Casi todos los días he estado al límite de paciencia. Y si a esto le sumamos el coctel de pastillas que tomo desde hace un mes debido a una reacción alérgica que me surgió al ponerme una falda nueva y luego a los cambios de temperatura y al estrés, ya ni les digo.

Pero hoy ha sido la gota que colmó el vaso, no por lo que sucedió, sino porque me sentí muy mal. Últimamente mi hijo mayor viene retándome y llevándome al límite. Me contesta de una forma que no lo hacía antes, no me oye o no quiere hacerlo y, claro, a veces chilla como yo.  Justo los minutos previos a salir para llevarlo a la escuelita de verano se pone fatal y eso me pone de los nervios. Él sabe que cuando me responde de mala manera «palomita va volando a su boquita»(una palmadita). Pero hoy esa «palmadita» se ha convertido en un bofetón, se me fue de las manos😔😔😔. La rabia se apoderó de mi mientras le oía contestándome de mala forma, desobedeciéndome y mientras su hermano lloraba sin motivo alguno ( parece que se ponen de acuerdo). Y me he visto a mi misma como una olla de agua en ebullición a la que le echas sal y el agua se rebalsa. No he podido controlarme, no he podido tener dominio propio, eso que tanto le pido a Dios. He visto a mi hijo llorar de dolor y de miedo, y al pequeño también. He llorado yo también.  Me he arrepentido, le he pedido perdón, le he besado mil veces. Lo he llevado a la escuela tranquilo, contento después del incidente, pero yo no lo he olvidado en todo el día. He estado llorando de impotencia, de rabia conmigo misma, de miedo a que mi hijo me tenga miedo. De nervios, de agobio. Hoy ha sido uno de esos días que quisiera borrar de mi cabeza y de la de mi hijo.
He estado pensando toda la mañana en lo que ha pasado, pido sabiduría para criar y corregir a mis hijos con amor y sobre todo no herirlos, no gritar. Así es que me he propuesto meterme al baño o respirar profundamente cuando tenga ganas de estallar como hoy. Mi hijo y yo hemos hecho un «pacto de meñiques», hemos prometido»tratar»de no gritar, que cuando tengamos ganas de hacerlo respiremos hondo y nos calmemos. Lo estoy haciendo, lo estoy intentando y por ahora en algo ayuda. Andrés también lo intenta. Ya les contaré cómo nos va, porque no quiero que mis hijos me vean rota, ni que ellos me obedezcan por miedo. Es difícil la tarea que nos toca, sobre todo en días como hoy. Corregir sin estar llena de cólera es un reto para mi de ahora en adelante.
Gracias por dejar que me desahogue y no juzgar, como madres o padres hacemos lo mejor que podemos, pero somos personas y fallamos.😞😞😞
*** Este post colaborativo ha sido publicado en la web de http://www.mamasbloguerasperuanas.com/

«Guapo, listo y bueno»


Desde semanas atrás mi hijo me ha estado diciendo: «mamá, yo no soy tonto». Yo le respondía: «no, mi amor, tú no eres tonto». La primera vez no le di mucha importancia, pero después de repetírmelo varias veces me hizo pensar de dónde provenía esa frase ¿Quién se la había dejado tan grabada en su cabecita?  En casa no les decimos esas palabras a nuestros hijos, ni aunque estemos enfadados. Entonces caí en que, quizá, en el colegio alguien se lo estaba repitiendo. Lamentablemente no estaba cien por cien segura, porque mi hijo no habla mucho, no cuenta detalles del día a día en la escuela como otros niños y es más difícil sacarle la fuente de esas palabras.

A raíz de este incidente decidí tomar cartas en el asunto. Le dije a Andrés que, dijeran lo que dijeran los demás, él era «guapo, listo y bueno». Y punto en boca ( como dicen en España).

Desde entonces le repito todos los días lo mismo: «Guapo, listo y bueno».  Los expertos dicen que las palabras que reciben de pequeños nuestros hij@s les ayudan a formar su propia identidad y tienen una gran incidencia en su educación.

Si, por ejemplo, les decimos “tu puedes hacerlo”, generará en ellos la confianza y creerán que son capaces de realizar lo que ellos se propongan. Además, los psicólogos afirman que es importante que les digamos, por los menos una vez al día, lo mucho que los amamos. Frases como: «Estoy muy orgullos@ de tí”, “cuando necesites algo, estaré a tu lado” ayudan a que el pequeño sienta satisfacción, alegría y amor.

Y si por el contrario les decimos frases descalificativas, comparativas o negativas como: “Tú no sabes”, “no puedes hacerlo”, “tu hermano es mejor que tú” o, “siempre te equivocas”, harán que se conviertan en adultos más inseguros, con baja autoestima y desmotivados.

¡Ay! ¡Las palabras! Las palabras, son tan malas, cuando no se dicen con el corazón. De la nada se disparan…», decía una vieja canción.

Incluso los proverbios hablan de este tema

 Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada; mas la lengua de los sabios es medicina.” (Proverbios 12:18)

Nos toca como padres empezar a fortalecer la autoestima de nuestros peques.

«Mami yo tengo pene y tú tienes vagina»


 
Así clarito lo dice mi hijo. De un tiempo a esta parte lo repite y repite cual disco rayado. Se acuerda de toda su parentela: «mamá yo tengo pene, papá tiene pene, el  abuelo tiene pene, el hermano tiene pene, pero tu mami…..tú tienes vagiiiiiiinaaaaaa». Así, como todos los niños, sin tapujos, sin vergüenzas, a voz en cuello, en la casa, en la calle, en el parque, para que todos lo sepan, por si no se habían dado cuenta aún. Y claro, aunque me hace gracia, la vergüenza nadie me la quita.
¿Les ha pasado con sus hijos? A mi mucho últimamente. Es que según dicen los psicólogos a partir de los tres años los niñ@s son capaces de distinguir, a su manera, si algo es de un sexo o de otro: a ellos mismos, a las personas que le rodean, las actividades, juguetes.Además, a esta edad empiezan a desarrollar una memoria selectiva acordándose sólo de las cosas que consideran de su género, porque éstas les importan más.
 
Obviamente en el colegio les enseñan a diferenciarse entre niños y niñas y en casa nos toca a los padres hablar de estos temas con naturalidad y creo que desde pequeños es mejor llamar a las cosas o partes del cuerpo por su respectivo nombre. A ver con qué cosa nueva viene mi hijo. Seguro no falta mucho para la pregunta del millón: ¿De dónde vienen los niños? Ya les contaré.