A 10 mil kilómetros de ti

Desde que vine a vivir a España, estas épocas han sido muy duras para mí. Pasar la primera Navidad (2008) fuera de Lima me costó mucho. Esa primera vez eché mucho de menos a mi familia, ni siquiera el viaje de novios y de Año Nuevo de ese año a Paris, que fue precioso por cierto, compensó esa sensación rara que tenía al no estar con mis padres, mi hermana y mi sobrina. Ese fue el año más duro para mi esposo y para mí que acabábamos de casarnos. Nosotros no tuvimos esos roces del primer año de convivencia, no, nosotros tuvimos tristeza, nostalgia por estar lejos de mi familia, de mis amigos de mi tierra. Mi esposo ha sido y es un gran compañero en momentos duros, el que siempre me ha sostenido y ha tenido la bendita paciencia de consolarme en esas difíciles circunstancias. Conforme fueron pasando los años, mi marido y yo tratamos de ir cada año a Lima a pasar estas fiestas. Sin embargo, desde que tuvimos hijos eso ha cambiado totalmente porque nuestros viajes han dependido de mis embarazos, de los bebés, y se han prolongado a cada dos años.

Es difícil no sentir esa sensación de nostalgia cada Navidad. Cada vez que he ido a Lima por estas fechas, he disfrutado al máximo de todo: de mi familia, de la comida, amigos, hasta del bullicio de la ciudad y del tráfico. Las semanas de vacaciones allí se me pasan volando. En España la Navidad es diferente. Para empezar, es invierno y eso a veces es lindo porque se ve la nieve y es como una postal, pero le hace falta ese bullicio de las calles limeñas, los fuegos artificiales, los saludos de los vecinos que a la medianoche salen a brindar por un nuevo año, el ajetreo de la gente, la comida llena de especies. Aquí en España la comida es riquísima también, pero no hay pavo ni pollo, sí hay mariscos, cordero, cerdo, etc. Mientras en Lima brindamos con champán, aquí se brinda con cava. Aquí se comen dulces navideños tipo mazapanes, polvorones, aunque cada vez más se ven panetones en los supermercados españoles.

En este lado del mundo hasta hace pocos años era más popular recibir y festejar a los Reyes que a Papa Noel. En fin, diferentes navidades con su encanto especial. Pero yo he seguido extrañando mi Navidad peruana.

Y cada vez que volvía de Lima, cuando las vacaciones se terminaban, llegaba aquí hecha un mar de lágrimas por la pena de dejar la familia allá. Cuando tuve mi primer hijo esa sensación se fue mitigando. Lloraba, sí, pero menos. Cada vez menos.

Ahora, este año, volvemos a Lima casi después de tres años y voy con mis dos retoños. Andrés ya estuvo una vez en Perú. Para Gabriel será su primer viaje. Estamos esperando con ansias coger ese avión y llegar a disfrutar de todo lo que nos hace falta por este lado del charco. Ahora empiezo a tener sentimientos encontrados, de ilusión por ver a nuestra familia en Perú y pena por dejar a nuestra otra familia ( suegros, abuelos, cuñada) en España. Pero así es la vida, no se puede tener todo. Por ahora seguimos llenando las maletas de regalos, ilusión y de mucho amor para entregar en este mes que estaremos por allá.

¡Nos vemos pronto!

Recordando: Mi suegra no es un ogro

andres-marquina

Hoy me acordé de este post:  http://wp.me/p1pZbm-3z, que escribí sobre mi  suegra y quiero compartirlo nuevamente. Gracias a Dios mi suegra es un amor.  Cuando tienes a tus padres, hermanos, familia, amigos, lejos, la familia política  ayuda a superar esas ausencias. Si no fuera por ellos y, obviamente, por mi esposo,  no me hubiera acostumbrado a vivir tan lejos, fuera de mi país, de mi gente y mis  cosas. Como dicen, «el amor lo puede todo». https://youtu.be/V6bBzqqj2TE

¿Y qué me dices de tu suegra? ¿Like or no like?

Y en este vídeo ( https://www.youtube.com/watch?v=bJ-Azbs6zO8 ) la puedes  conocer un poco más, se ha sumado a la aventura de hacer vídeos de manualidades  conmigo para www.tedenciascallejeras.com, un blog en el que ambas colaboramos                                                                                 con mucho cariño.

¿Inmigrante o extranjero?

Cindy Luque Juarez

Llegué a España, Murcia, hace ya tres años. La vida me trajo hasta estas soleadas tierras porque me enamoré de un “murcianico”.  Al principio, tomé esta decisión- vivir fuera de mi tierra, mi familia, mis amigos,  mi trabajo- como una aventura. Pero cuando llegué a tierras españoles, me di cuenta que esta aventura podría durar toda una vida.

Cuando uno se casa con un extranjero, la vida se vuelve más interesante, pero a la vez más complicada. Aprendes muchas cosas: cultura, gastronomía, idioma, hasta sobre las diferentes formas de mostrar los sentimientos. Pero también, llegan momentos en que extrañas lo tuyo, que tienes nostalgia hasta de la contaminación y el bullicio de tu ciudad. Llegas a echar de menos las cosas más absurdas, el grito de los cobradores de autobuses, los cláxones de los autos, los gritos de tu madre y hasta a la pesada de la vecina. Añoras todo lo que antes odiabas y hay momentos en que te sientes un extranjero en tierra desconocida.

Antes de seguir con el relato de mi vida, quería preguntarles si se han sentido así, a pesar de que los años han pasado y ya uno se siente más integrado a la nueva sociedad donde vive, se siguen sintiendo extranjeros? ¿O ya han pasado esta etapa nostálgica y se identifican más con el nuevo lugar donde viven, con sus nuevos vecinos, con sus nuevos amigos?

Y otra cosa, yo no sé si les ha sucedido.  Yo siempre me preguntaba qué diferencia hay entre un extranjero y un inmigrante? Los medios de comunicación españoles y la gente suelen decir, mayormente, inmigrantes. A mí no me gusta, porque lo siento muy despectivo.

Mis propios compañeros extranjeros en la radio donde colaboro en un programa de “Inmigración” , suelen llamar a las personas que no son españoles inmigrantes, eso sí sin ningún tipo de discriminación. Pero no sé por qué a mi me sigue chocando usar esa palabra. Me metí a muchos foros para ver la distinción que hacían algunas personas sobre éstas y miren qué respuestas encontré:

-“Creo que es que el extranjero tiene todos los papeles y el inmigrante no tiene ningún documento como visa y cosas así.”

-“Ambos provienen de otro país, pero inmigrante es el marroquí y extranjero es inglés…la palabra inmigrante tiene una carga peyorativa mucho mayor, sobre todo en medios de comunicación, discursos políticos, conversaciones públicas y privadas…”

-“Es que los inmigrantes son personas que tratan de ir a un país sin documentos casi todos van a ganarse la vida y el extranjero es aquel que con visa y pasaporte va a disfrutar a otro país

-“Creo que es que el extranjero tiene todos los papeles y el inmigrante no tiene ningún documento como visa y cosas así.”

Quiero creer que la ignorancia es la que ha parido estas definiciones. Por eso mejor fui a buscar la definición  exacta en el diccionario.

-Extranjero: Que es o viene de país de otra soberanía.

– Inmigrante: Que llega a otro para establecerse en él.

Con estas definiciones de la Real Academia Española en la mano, uno podría decir que son parecidas. Pero me sigue sonando fatal la palabra “inmigrante”. Yo prefiero seguir diciendo “extranjero” y sin ninguna carga peyorativa.