A 10 mil kilómetros de ti

Desde que vine a vivir a España, estas épocas han sido muy duras para mí. Pasar la primera Navidad (2008) fuera de Lima me costó mucho. Esa primera vez eché mucho de menos a mi familia, ni siquiera el viaje de novios y de Año Nuevo de ese año a Paris, que fue precioso por cierto, compensó esa sensación rara que tenía al no estar con mis padres, mi hermana y mi sobrina. Ese fue el año más duro para mi esposo y para mí que acabábamos de casarnos. Nosotros no tuvimos esos roces del primer año de convivencia, no, nosotros tuvimos tristeza, nostalgia por estar lejos de mi familia, de mis amigos de mi tierra. Mi esposo ha sido y es un gran compañero en momentos duros, el que siempre me ha sostenido y ha tenido la bendita paciencia de consolarme en esas difíciles circunstancias. Conforme fueron pasando los años, mi marido y yo tratamos de ir cada año a Lima a pasar estas fiestas. Sin embargo, desde que tuvimos hijos eso ha cambiado totalmente porque nuestros viajes han dependido de mis embarazos, de los bebés, y se han prolongado a cada dos años.

Es difícil no sentir esa sensación de nostalgia cada Navidad. Cada vez que he ido a Lima por estas fechas, he disfrutado al máximo de todo: de mi familia, de la comida, amigos, hasta del bullicio de la ciudad y del tráfico. Las semanas de vacaciones allí se me pasan volando. En España la Navidad es diferente. Para empezar, es invierno y eso a veces es lindo porque se ve la nieve y es como una postal, pero le hace falta ese bullicio de las calles limeñas, los fuegos artificiales, los saludos de los vecinos que a la medianoche salen a brindar por un nuevo año, el ajetreo de la gente, la comida llena de especies. Aquí en España la comida es riquísima también, pero no hay pavo ni pollo, sí hay mariscos, cordero, cerdo, etc. Mientras en Lima brindamos con champán, aquí se brinda con cava. Aquí se comen dulces navideños tipo mazapanes, polvorones, aunque cada vez más se ven panetones en los supermercados españoles.

En este lado del mundo hasta hace pocos años era más popular recibir y festejar a los Reyes que a Papa Noel. En fin, diferentes navidades con su encanto especial. Pero yo he seguido extrañando mi Navidad peruana.

Y cada vez que volvía de Lima, cuando las vacaciones se terminaban, llegaba aquí hecha un mar de lágrimas por la pena de dejar la familia allá. Cuando tuve mi primer hijo esa sensación se fue mitigando. Lloraba, sí, pero menos. Cada vez menos.

Ahora, este año, volvemos a Lima casi después de tres años y voy con mis dos retoños. Andrés ya estuvo una vez en Perú. Para Gabriel será su primer viaje. Estamos esperando con ansias coger ese avión y llegar a disfrutar de todo lo que nos hace falta por este lado del charco. Ahora empiezo a tener sentimientos encontrados, de ilusión por ver a nuestra familia en Perú y pena por dejar a nuestra otra familia ( suegros, abuelos, cuñada) en España. Pero así es la vida, no se puede tener todo. Por ahora seguimos llenando las maletas de regalos, ilusión y de mucho amor para entregar en este mes que estaremos por allá.

¡Nos vemos pronto!

Mamá al límite

 
No sabía como empezar a escribir este post. Me ha sido muy difícil, la verdad. He tenido un cúmulo de sensaciones que he venido cargando durante semanas hasta que hoy ya no he podido más y he decidido hacer una catarsis escribiendo para liberarme.
 
Estas últimas semanas me he sentido la peor de las madres del mundo. Me he sentido muy estresada, muy cansada, muy agobiada con el trabajo, la casa, los niños, el calor horrible que no ayuda en España, con muchas ganas de gritar, de chillar, de llorar, de explotar, de tirarme por el balcón. Casi todos los días he estado al límite de paciencia. Y si a esto le sumamos el coctel de pastillas que tomo desde hace un mes debido a una reacción alérgica que me surgió al ponerme una falda nueva y luego a los cambios de temperatura y al estrés, ya ni les digo.

Pero hoy ha sido la gota que colmó el vaso, no por lo que sucedió, sino porque me sentí muy mal. Últimamente mi hijo mayor viene retándome y llevándome al límite. Me contesta de una forma que no lo hacía antes, no me oye o no quiere hacerlo y, claro, a veces chilla como yo.  Justo los minutos previos a salir para llevarlo a la escuelita de verano se pone fatal y eso me pone de los nervios. Él sabe que cuando me responde de mala manera «palomita va volando a su boquita»(una palmadita). Pero hoy esa «palmadita» se ha convertido en un bofetón, se me fue de las manos😔😔😔. La rabia se apoderó de mi mientras le oía contestándome de mala forma, desobedeciéndome y mientras su hermano lloraba sin motivo alguno ( parece que se ponen de acuerdo). Y me he visto a mi misma como una olla de agua en ebullición a la que le echas sal y el agua se rebalsa. No he podido controlarme, no he podido tener dominio propio, eso que tanto le pido a Dios. He visto a mi hijo llorar de dolor y de miedo, y al pequeño también. He llorado yo también.  Me he arrepentido, le he pedido perdón, le he besado mil veces. Lo he llevado a la escuela tranquilo, contento después del incidente, pero yo no lo he olvidado en todo el día. He estado llorando de impotencia, de rabia conmigo misma, de miedo a que mi hijo me tenga miedo. De nervios, de agobio. Hoy ha sido uno de esos días que quisiera borrar de mi cabeza y de la de mi hijo.
He estado pensando toda la mañana en lo que ha pasado, pido sabiduría para criar y corregir a mis hijos con amor y sobre todo no herirlos, no gritar. Así es que me he propuesto meterme al baño o respirar profundamente cuando tenga ganas de estallar como hoy. Mi hijo y yo hemos hecho un «pacto de meñiques», hemos prometido»tratar»de no gritar, que cuando tengamos ganas de hacerlo respiremos hondo y nos calmemos. Lo estoy haciendo, lo estoy intentando y por ahora en algo ayuda. Andrés también lo intenta. Ya les contaré cómo nos va, porque no quiero que mis hijos me vean rota, ni que ellos me obedezcan por miedo. Es difícil la tarea que nos toca, sobre todo en días como hoy. Corregir sin estar llena de cólera es un reto para mi de ahora en adelante.
Gracias por dejar que me desahogue y no juzgar, como madres o padres hacemos lo mejor que podemos, pero somos personas y fallamos.😞😞😞
*** Este post colaborativo ha sido publicado en la web de http://www.mamasbloguerasperuanas.com/

Primer viaje sin mis hijos

¿Lo hago o no lo hago? ¿Me arrepentiré? ¿Mis hijos sufrirán? ¿Mi esposo podrá solo? Estas y otras preguntas rondaban por mi cabeza por más de dos meses, cuando mi mejor amiga de Perú, Magali, que iba a visitarnos, me hizo la propuesta «indecente».

Magali me dijo que hiciéramos un «viaje de chicas», juntas, sin esposo y sin hijos.
«Uf, no creo, difícil, cómo voy a dejar a mi esposo y a los peques solos. No, ni loca», afirmé rotundamente. «Habla con Ramón y pregúntale», me contestó.
Por un lado tenía el gusanillo de la aventura y por otro la «seguridad» de que no podría hacerlo.  Se lo comenté a mi esposo. Él me dijo: «¿Y por qué no? Yo me quedo con los peques sin problemas, aprovecha esta oportunidad y véte, te lo mereces, a Magali le hace ilusión ir contigo, sin hombres, jajaja. ¡Anímate!, me insistió. Me quedé sorprendida por su respuesta y porque me animara tanto para hacerlo. Me lo planteé, y le respondí que si el bebé-en los dos meses que faltaban para la llegada de mi amiga- dejaba de depender de mí en el tema del pecho, me lo pensaría. Gabriel ya estaba dejando de lactar poco a poco y un mes después ya no quería más teta, solo quería biberón. Una cosa a favor para viajar.
Un día, le comenté «la propuesta» a mi otra mejor amiga de España, Rosa, su marido le dijo: ¿ y por qué no te vas con ellas? Ella no se creía lo que su esposo le proponía. Y es que ella ha viajado poco, se ha dedicado a trabajar, a su familia, a su casa, etc. Su esposo le dijo que hablaba en serio, que le regalaba el viaje por su cumpleaños y que no se lo pensara. En ese momento mis dudas se disiparon y entre broma y broma de nuestros esposos sobre el tema, decidimos mirar vuelos, destinos, hoteles. Al día siguiente ya teníamos fecha, país de destino y muchas ganas de que llegara el día del viaje.
Así se gestó nuestro primer viaje de chicas. Copenhague fue la ciudad elegida. Tengo que admitir que durante estos tres días en Dinamarca me lo he pasado genial, he dormido del tirón, sin interrupciones, jajaja. Hemos reído, hemos superado algunos contratiempos juntas. Pero muchas veces he sentido que me faltaban mis chicos, cuando veía ciertos sitios, pensaba: «Esto le gustaría a mi esposo, esto otro a mi hijo, este paseo en bote sería romántico con mi Ramón, etc». A Rosa le pasaba lo mismo. Magali, que está soltera, nos miraba y sonreía. Muchas veces la tratábamos como si fuera nuestra hija, jajaja.
Cuando le contamos a algunas personas que íbamos a viajar nos lanzaron su mirada de desaprobación, nos hicieron comentarios del tipo «uy, pobres tus hijos», «cómo puedes dejarlos», «yo no lo haría», etc. Esos comentarios hacían que me sintiera culpable, que pensara en algunos momentos que estaba siendo mala madre por hacer este viaje, por dejarlos, por no compartir este momento con mi familia. Pero mi esposo que es tan bueno, me animaba y me decía que ya habíamos tenido nuestro viaje de familia, que quería que tuviera esta experiencia con mis amigas y que no hiciera caso de esos comentarios. Así es que le hice caso. Y la verdad es que debo agradecerle por ser mi respaldo y mi gran compañero. Por haber cuidado tan bien de nuestros hijos, de la casa y por su generosidad.
Al volver a casa me sentí tan contenta de ver a mi marido que le estampé un beso a pesar de que estaba dormido. Me quedé dando gracias a Dios en silencio por este hombre, por mis hijos y por esta maravillosa aventura. Me eché al lado de mi hijo mayor que dormía con su padre y hermano y entre sueños cogió mi cabello y me dijo: «Mami te quiero, te he echado de menos».
¿Y ustedes, alguna vez han viajado sin sus esposos o hijos? ¿Cómo se han sentido? ¿Les han hecho comentarios que las han hecho sentir culpables?
*** Este artículo colaborativo ha sido publicado en la web de http://www.mamasbloguerasperuanas.com/

Nueve años y no ‘ceceo’

Hace unos días mi suegra me preguntó la hora.

Yo le respondí al estilo americano, peruano vamos. Creo que eran 2:40pm. Le dije: son «veinte para las tres»

Ella me respondió: «¿Cindy, hace cuanto vives en España?».

Me reí y le dije: «Los mismos años que llevo casada con tu hijo».

Ella me replicó: «¿Nueve años y aún no sabes decir la hora como la decimos aquí?» ( Sería, tres menos veinte en España).

 

Estos diálogos con mi suegra me han hecho pensar en escribir este post. Y es que justo he cumplido nueve años de casada, nueve años viviendo en España, nueve años y aún aguanto sin cecear en mi forma de hablar, jajaja. No me sale decir ZZapato, CeCilia. Yo sigo diciéndolo con S. Me he resistido a caer en el «ceceo». Sé que pasado un tiempo se me pegará y esas palabras saldrán de mi boca sin darme cuenta, pero hasta ahora me resisto. Siento que si hablo así no soy yo, y que renuncio a mis raíces; además, mi acento latino me distingue, es parte de mi identidad, jajajaja 😺😺😺. He conocido muchos «paisanos» (latinoamericanos) que a los pocos meses de estar en España ya hablaban como todos unos españoles, aunque he de reconocer que en multitud de ocasiones lo que sucede es que más que hablar como españoles, hablan con una especie de cóctel de «eses» y «ces» alejados de su uso correcto que suele producir un resultado gracioso. Quizá tengan facilidad para aceptar esa nueva forma de hablar, pero yo, yo no he podido.

Cada vez que ha querido salir una palabra al estilo español, he refrenado mi lengua. La he vuelto a encerrar y ahí se ha quedado. Sin embargo, he de confesar que últimamente se me ha escapado alguna palabrita del tipo «vosotros», «estáis». Incluso un día que tenía que hablar para la radio de Lima, entre las palabras de mi despacho me salió «como habéis oído», en ese momento mi cerebro se puso a rebobinar por unos segundos, al darme cuenta de lo que acababa de decir, pero seguí adelante con el informe.

Pero ahora que mi hijo va al colegio me siento en una encrucijada, y es que le estoy oyendo cecear donde no debe y poner la S en otro sitio. Me he preguntado si es porque me oye a mí y luego a su padre con su acento español, a su profesora, a sus compañeros y amigos. ¿Puede que lo esté confundiendo? Es en este punto donde me he puesto a pensar si tengo que empezar a dejar, soltar, liberar el acento spanish que quiere salir de mi. Por él lo haría.

Si viviera en Suiza o Inglaterra no tendría otra manera de comunicarme que no fuera en el idioma de esos lugares. No me quedaría otra manera de hablar como ellos, pero al hablar en español tanto en Perú como en España, salvo por los acentos, pues me he «resistido» a esssspañolizzzarme, aunque ya mi DNI diga que soy hispano-peruana.

Creo que hablaré con algún experto logopeda de este tema para que me oriente, sobre todo pensando en ayudar en el habla de mis hijos. Vosotros qué opináis? Digo, ustedes qué opinan?😉😂😂😂😂

P.D. No es que no me guste el acento español, para nada. Me encanta como suena, es más me enamoré de ese acento, el de mi esposo, pero siento que mi lengua todavía no está preparada para hablar como se habla aquí. Seguro llegará el momento en que diré todas las ZZZ y CCC correspondientes y como se debe. 😀😀🙃🙃🙃😜😜😜😜😜

Los abuelos, ¿a engreír o a criar?

Fuente:lamentemaravillosa.com

Hace unos días atrás me encontré con unos abuelos que llevaban a la guardería a su nieto, que era compañerito de mi hijo mayor hace dos años atrás. Estuvimos hablando de cómo iban los niños, qué tal la escuela, etc. Pero la mujer de unos setenta y algo años me confesó una cosa que me hizo pensar en escribir este post: ¿hasta qué punto deben los abuelos cuidar de sus nietos?

A la mujer y a su esposo siempre los he visto de arriba para abajo con sus dos nietos. Corriendo para llegar a la hora a la guardería, al cole, al centro de salud, como todos los padres. La mujer lo llevaba muy bien, le gustaba cuidar de sus nietos. Me dijo que su hija trabajaba todo el día y su yerno igual. Y que ella prefería encargarse de sus nietos en lugar de que otra persona se hiciera cargo de ellos. Me contó que los ha criado desde pequeñitos. Que, incluso, la madre de las criaturas se los lleva cenados, bañados y dormidos a su casa. Me confesó que su marido, al principio, al haberse jubilado, tenía ilusión de estar con los nietos, pero con el tiempo se le ha hecho pesado, que lo lleva fatal, que está cansado porque todos los días, sí todos los días, están «obligados» a tener a los niños consigo, llevarlos a sus actividades, cuidar de su crianza y siente que no tiene vida. El hombre estaba al lado, oyendo nuestra conversación.

Fuente: lamenteesmaravillosa.com

Fuente: lamenteesmaravillosa.com

No quise ser indiscreta, pero me salió la vena periodística y le pregunté qué pensaba su hija. Me contestó que a veces se se sentía mal por ellos, que le sabía mal dejarles toda la responsabilidad, pero que ni modo.

No sé la realidad de esa familia o la de otras parecidas, pero yo creo que los hijos los traemos al mundo para criarlos nosotros: los padres. Los abuelos están para disfrutarlos, para jugar, pasear con ellos, pero en la medida de sus posibilidades. Ellos también tienen una vida. Claro, hay casos especiales en que no queda de otra y no juzgo a nadie, cada quien sabe lo que hay en su casa, sus circunstancias, etc. En nuestro caso, tratamos de no cargar a mis suegros que son los que están aquí cerca. Les dejo a mis hijos en contadas ocasiones, cuando ellos lo desean. Cuando es necesario. Mi suegra aún trabaja y soy consciente que cuando sale cansada del hospital quiere relajarse, que tiene sus cosas que hacer, su vida, sus amistades. Mi suegro está jubilado y tiene más tiempo libre, pero también hace sus tareas, estudia, tiene reuniones. Así es que cuando dejamos a los niños son tardes, horas contadas, en vacaciones como ahora que tanto nietos como abuelos quieren pasar tiempo juntos; o por trabajo, un par de noches porque tuve que irme a cubrir un evento periodístico a otra ciudad.

Mi esposo y yo hemos tratado de solucionar nuestras cosas solos. Cuando decidimos tener el segundo hijo sabíamos que era nuestra responsabilidad. Él tuvo que tomarse sus días de paternidad en determinadas fechas para conciliar su trabajo y el bebé. Podíamos haber tirado de la ayuda de sus padres, pero como he dicho era nuestra responsabilidad, no la de ellos.

En España el 40 % de los abuelos cuida de sus nietos y se preocupa de su salud y ahorran miles de millones al año a los padres. Los abuelos se convierten en colchón protector de muchas familias que por la crisis han tenido que echar una mano a sus hijos; sin embargo, muchos de ellos, según varios estudios y publicaciones, se sienten preocupados por la responsabilidad y algunos, incluso, se sienten utilizados por su hijos para cuidar de los nietos.

No sé cómo ven el tema ustedes, ya he dicho que hay casos y casos. Pero yo creo que los abuelos no están para volver a criar con la edad que tienen, están para engreír a los nietos.

Aparatos electrónicos, ¿buenos o malos para los niños?

Desde mi segundo mes de embarazo de Gabriel me «captaron» en el centro de salud para ser parte de un estudio sobre «la obesidad infantil» en el que nos evaluaban, cada cierto tiempo, a las mamás gestantes y luego al bebé hasta los dos años de vida. Y es que en España uno de cada tres niños tiene exceso de peso. Es la cifra más alta de toda Europa y sitúa a España entre los países del mundo con la tasa más elevada de sobrepeso y obesidad infantil.

Y es por eso que los especialistas hacen mucho hincapié en este tema y hacen este tipo de reuniones con las madres. Hace unos días tuvimos nuestra quinta reunión y compartimos junto con los especialistas: pediatras, enfermeros pedíatricos, matronas ( obstetras) nuestras inquietudes sobre hábitos de vida saludable, alimentación, sueño, actividades físicas de nuestros bebés y todo lo relacionado con ellos. De todos los temas que tocamos, hubo uno en particular que generó polémica: los aparatos electrónicos y teléfonos móviles que usamos para entretener o distraer a nuestros peques. Ya sea para que coman, para que nos den tregua y nos dejen hacer las cosas de la casa o trabajar, para que se enteetengan, etc.

Los especialistas estaban de acuerdo en que un bebé no debe estar expuesto a estos aparatos, no deben verlos, ni utilizarlos, ni manipularlos. Pero todas las madres que estábamos en la reunión aunque sabíamos que no era beneficioso, opinábamos que a veces sí era necesario. Algunas contaban que sus hijos solo comían viendo la tele o los dibujos en la tablet o móvil. Otras, que tenían que ponerles frente a estos aparatos para ir a cocinar, hacer las cosas del hogar, o simplemente tomarse un respiro o hasta ir al baño.

La Sociedad Española de Cirugía Ocular Implanto-Refractiva (SECOIR), ha alertado de que el uso de dispositivos electrónicos está aumentando la incidencia de la miopía entre la población, especialmente entre los niños, al no estimular correctamente la visión lejana.

Los expertos también dicen que los niños deben desarrollar una habilidad muy compleja, que es la de controlar su atención y dirigirla no sólo a aquellos estímulos que se mueven, sino también a los que están quietos o son más aburridos.

Dicen los médicos que más tiempo frente al televisor se traduce en menos paciencia y autocontrol, peor desarrollo de la atención y mayores tasas de fracaso escolar. Y es que cuando el niño juega o dibuja su cerebro dirige la atención a los estímulos o personas con los que interacciona, pero cuando se sienta frente a la tele es ésta la que atrapa el interés del niño y hace todo el trabajo.

¿Quién no ha puesto el móvil o la tele al niño para que se distraiga y acabe la papilla? ¿O para que se quede quieto cuando espera en el pediatra? Cuando hacemos esto, el cerebro del pequeño aprende que cada vez que tiene que esforzarse, concentrarse o esperar quieto, tiene permiso para distraerse.

Si somos capaces de prestar atención y eliminar otros estímulos que intentan distraernos tendremos múltiples ventajas como detectar detalles, aprender idiomas o reducir los niveles de estrés, dicen los expertos en el tema.

En mi caso, trato de dosificar el tiempo que mis hijos-si mis hijos porque es inevitable que el bebé no vea lo que ve su hermano mayor-, ven la tele. El tema de coger los aparatos electrónicos, eso sí que lo tenemos mi esposo y yo muy claro: Andrés, el mayor, no puede cogerlos sin permiso de nosotros. Si usa el Ipad o el móvil ( celular) es con permiso previo y bajo nuestra supervisión. El bebé a veces quiere estos aparatos para morderlos, pero vemos poco a poco el interés que le pone cuando su hermano mira sus dibujos o canciones preferidos, así es que vamos con ojo avisor. Cuando alguna vez hemos visto que el pequeño ha tomado de la mesa o del sofá alguno de nuestros teléfonos y se lo quitamos, se desespera, llora, se tira al suelo y eso alguna vez-debo admitirlo- me da miedo. No quiero que sean dependientes de estos trastos, pero como decía la pediatra es difícil que no estén en contacto con ellos porque han nacido en una era donde estas cosas predominan, donde los niños de tres años (como mi hijo mayor) aprenden en el nido a usar el ordenador. ¡¡Eso yo lo aprendí siendo adolescente!!!! ¡Qué rápido avanzan estas nuevas generaciones!

¿Y ustedes creen que estos aparatos afectan a los niños? ¿Los usan para distraerlos? ¿Cómo dosifican su utilización?

 

 

 

 

Vacaciones de verano con niños

Fuente: myfamilytravels.com

Antes, cuando éramos dos ( mi esposo y yo) esperábamos con ansias las vacaciones de verano, planeábamos con meses de anticipación nuestros viajes. Portugal, París, Londres, Berlín, Suiza, Egipto, Turquía, Capadoccia, han sido nuestros destinos escogidos durante los cinco años que estuvimos sin hijos. Muchas veces íbamos a nuestro aire, solo con billete de avión y hotel comprados; otras, con guía y paquete turístico contratado.
Cuando nació nuestro primer retoño cambiamos el chip, empezamos «la ruta ibérica», viajes en nuestro coche por España. El norte del país fue nuestro destino preferido, allí nos refugiábamos del terrible calor de la capital y del sur. Con Andrés a cuestas recorrimos miles de kilómetros visitando muchas ciudades preciosas y pintorescos pueblecitos españoles. Este año, con dos pequeños (un niño y un bebé), estamos decidiendo qué hacer. Ya hemos hecho anteriores viajes, pequeños, de ida y vuelta o, el de hace un mes que estuvimos visitando a unos queridos amigos en Reus, Tarragona. Podemos decir que esta última travesía ha sido positiva, salvo por algunos episodios de mareo con vómitos del pequeño, tres paradas para comer e ir al baño y seis horas de viaje en auto.
Con este panorama, hemos decidido recorrer una vez más el país. En este caso tendremos una pasajera invitada, mi mejor amiga del Perú, Magali, viene desde Lima a visitarnos en Agosto. Estamos tratando de hacer encajar nuestros intereses con los suyos para conseguir un viaje que no sea tan pesado para los peques. Ya tenemos el rompecabezas casi casi armado. La ruta casi diseñada y planificada por mi esposo y hoteles separados. Eso sí, esta vez pararemos más veces para descansar y de paso conocer más lugares. Si todo va bien iremos a Barcelona y quizá cruzaremos  a los Pirineos Catalanes y a los Pirineos Franceses y de allí subiremos al norte donde mi querida amiga quiere buscar a su familia española.
Bueno, pues ya está, destino elegido. Ahora a mentalizarnos para un viaje de casi diez días en coche.
Tengo que ir buscando los vídeos preferidos de los nenes y cargarlos en el IPad, seguro que Peppa Pig, Mickey Mouse, Pocoyó, Los Payasos de la Tele y alguna peli como Totoro irán fijo.  Y las canciones que más nos gustan tampoco pueden faltar para animarnos en el camino. Y la maleta… 😓😓😓 mejor de eso hablamos en otro post😒😒😒.

 

Una tarde diferente

Como padres tenemos una gran responsabilidad a la hora de educar a nuestros hijos, y normalmente eso implica un arduo trabajo corrigiéndolos. Mucho amor, mucha paciencia , psicología y, en muchas ocasiones, castigos y regañinas. Pero gracias a la reacción de mi hijo del otro día, me di cuenta de que algo nos faltaba en nuestra relación con él.

Ayer decidimos que ya era hora de llevarlo al cine para ver si podía aguantar toda la película comportándose y de ese modo poder llevarlo en más ocasiones. Pero cuando le dimos la gran noticia, tremenda fue nuestra sorpresa cuando nos dijo que prefería quedarse con sus abuelos antes que venir con nosotros. Obviamente esa respuesta me sorprendió y me molestó, pero también me hizo pensar en el porqué de esa respuesta. Y fue entonces cuando me di cuenta de que guardando nuestro sagrado deber de cuidarle y educarle habíamos dejado de lado otra tan importante como la de pasar tiempo de mimos solo con él. Siempre que estaba con nosotros, aún cuando iba a jugar al parque o jugábamos con él, había que guiarle para que se comportara, en muchas ocasiones con castigos y reprimendas y con el plus de hacer todas estas actividades con su hermano.
A raíz de esto, nos propusimos que la tarde de ayer fuese para él y solo para él, sin su hermano, y para que disfrutara sin correcciones (o al menos no si no fueran estrictamente necesarias). Fue una tarde de cine,  chuches (golosinas), un rato en las maquinitas, subiéndose en los coches y viendo juguetes en Disney Store. Se lo pasó muy bien y nosotros también sin pensar en otra cosa que no fuera su felicidad. Su sonrisa fue nuestra mejor recompensa.

Desde que nació su hermano nuestro hijo no había pasado un tiempo a solas con nosotros y creo que es bueno pasar cada cierto tiempo una tarde como ésta con él, para que recuerde que, a pesar del día a día, le queremos mucho y él siempre será nuestro primer gran regalo, que podemos ser tan guays (cool) como sus abuelos y darle el tiempo y atención exclusivos para él, mimarle y hacer de este ratito un tiempo de relajo y diversión. ¿Y vosotros que pensáis? ¿Si tenéis dos hijos, pasáis algún tiempo exclusivo con el mayor?

Las tres R: reducir, reciclar, reutilizar

Esta semana fuimos con mi hijo a la presentación de las nuevas canciones de un personaje muy querido y conocido por los niños en España, «Drilo el cocodrilo«. En esta ocasión el muñeco de peluche y su pandilla se centraron en el reciclaje. Les explicaron mediante canciones y mini teatros a los chiquitines porque es importante separar la basura y cuidar el medio ambiente. Mi hijo terminó aprendiendo la canción de las tres R ( reducir, reciclar, reutilizar) ahora no para de cantármela. Él me dice: «mami son las tres R que hay que recordar» y ahora- antes ya lo hacia- pone más afán en ayudarme a tirar la basura en sus respectivos depósitos. Andrés lleva las botellas de plástico, tetrabricks y latas y las tira al contenedor amarillo. El verde sabe que es para las cosas de cristal. El azul para papeles y cartones. Y en el gris, se echan los restos orgánicos como las cáscaras, restos de comida, etc.

En España se recicla y se recicla y bien. La gente lo sabe y es consciente de que cada cosa en su lugar, cada tipo de residuo hay que echarlo en un barril determinado. Lo bueno es que en cualquier sitio, barrio, distrito, ciudad, etc. hay contenedores al alcance de los ciudadanos. En casa también tenemos cubos para la basura con diferentes espacios para diversos tipos de residuos.

Los residuos sólidos que no tienen cabida en los anteriores contenedores son separados y reciclados a través de los Ecopuntos o camiones que se acercan a nuestras calles para facilitarnos la tarea del reciclaje. En ellos se pueden depositar todo lo que sobra y no sabemos dónde llevar: aceites, tubos fluorescentes, pilas y baterías, botes vacíos de pintura, pequeña chatarra electrónica, etc.

Sí, el aceite que ya no usamos en la cocina no lo echamos por el lavadero ni por el váter, sino que lo juntamos en un recipiente y lo llevamos hasta ese «punto limpio» que se encarga de gestionar este tipo de residuos.

Desde pequeños los niños también aprenden sobre la importancia  de reciclar. En las casas, los colegios y muchos ayuntamientos (municipios) invierten en la educación en este tema y lo hacen de manera lúdica y amena.

Yo no había tomado conciencia de la importancia de reciclar hasta que vi cómo lo hacen en este país. No solo se logra cuidar el planeta, sino también mantener ordenadas y limpias nuestras ciudades. Y esto, sinceramente, da gusto y por eso no me importa invertir un poquito de mi tiempo en separar la basura y enseñarles a mis hijos sobre la importancia de las tres R.

El dato

. En España ya se recicla el 76% de los envases de plástico, latas y briks y los envases de papel y cartón

. En 2016, cada habitante depositó 13,2 kg de envases de plástico, latas y briks en el contenedor

amarillo

. Esto ha sido posible gracias a la colaboración de 46 millones de ciudadanos, 8.000 ayuntamientos y más de 12.000 empresas.

. Hay alrededor de 572.739 contenedores amarillos y azules distribuidos por toda la geografía española.

. Hay una media de un contenedor cada 100 metros.

. Entre todos, hemos reciclado 1,3M de toneladas de envases domésticos en España en 2016

Fuente: Ecoembes

«Guapo, listo y bueno»


Desde semanas atrás mi hijo me ha estado diciendo: «mamá, yo no soy tonto». Yo le respondía: «no, mi amor, tú no eres tonto». La primera vez no le di mucha importancia, pero después de repetírmelo varias veces me hizo pensar de dónde provenía esa frase ¿Quién se la había dejado tan grabada en su cabecita?  En casa no les decimos esas palabras a nuestros hijos, ni aunque estemos enfadados. Entonces caí en que, quizá, en el colegio alguien se lo estaba repitiendo. Lamentablemente no estaba cien por cien segura, porque mi hijo no habla mucho, no cuenta detalles del día a día en la escuela como otros niños y es más difícil sacarle la fuente de esas palabras.

A raíz de este incidente decidí tomar cartas en el asunto. Le dije a Andrés que, dijeran lo que dijeran los demás, él era «guapo, listo y bueno». Y punto en boca ( como dicen en España).

Desde entonces le repito todos los días lo mismo: «Guapo, listo y bueno».  Los expertos dicen que las palabras que reciben de pequeños nuestros hij@s les ayudan a formar su propia identidad y tienen una gran incidencia en su educación.

Si, por ejemplo, les decimos “tu puedes hacerlo”, generará en ellos la confianza y creerán que son capaces de realizar lo que ellos se propongan. Además, los psicólogos afirman que es importante que les digamos, por los menos una vez al día, lo mucho que los amamos. Frases como: «Estoy muy orgullos@ de tí”, “cuando necesites algo, estaré a tu lado” ayudan a que el pequeño sienta satisfacción, alegría y amor.

Y si por el contrario les decimos frases descalificativas, comparativas o negativas como: “Tú no sabes”, “no puedes hacerlo”, “tu hermano es mejor que tú” o, “siempre te equivocas”, harán que se conviertan en adultos más inseguros, con baja autoestima y desmotivados.

¡Ay! ¡Las palabras! Las palabras, son tan malas, cuando no se dicen con el corazón. De la nada se disparan…», decía una vieja canción.

Incluso los proverbios hablan de este tema

 Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada; mas la lengua de los sabios es medicina.” (Proverbios 12:18)

Nos toca como padres empezar a fortalecer la autoestima de nuestros peques.